Tras los atentados de NuevaYork y Washington – octubre de 2001, Montreal
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Nosotras, las mujeres de la Marcha Mundial, entramos en el tercer milenio marchando contra la pobreza y contra todas las formas de violencia hacia las mujeres porque estas dos plagas desfiguran la humanidad, la fragilizan, generan terribles reacciones de odio, crueldad, desesperación y bloquean toda esperanza de vivir en un mundo justo, solidario, igualitario, democrático y pacífico. En todos los países marchamos contra las injusticias, la ignorancia, las violencias, los integrismos, el racismo, las discriminaciones, las exclusiones, las guerras y contra todos los males que son tierra fértil para todos los terrorismos.
Nosotras, delegadas de 35 países y territorios, reunidas en Montreal con motivo del Tercer Encuentro Internacional de la Marcha Mundial, reiteramos con renovada fuerza nuestra condena de todos los actos de terrorismo cometidos en el mundo, en los cuales incluimos los del 11 de septiembre, que constituyen una barbarie más. Los miles de ciudadanos y ciudadanas salvajemente asesinados en esos atentados vienen a sumarse a las miles y miles de personas inocentes de la población civil quienes, mucho antes del 11 de septiembre, fueron borradas brutalmente de la faz de la tierra, víctimas ellas también de actos de la misma ultrajante barbarie, de guerras equivocadamente calificadas de «humanitarias» o de «baja intensidad»; víctimas de la violencia estatal, de bloqueos económicos, de ocupaciones, de colonización, genocidios, opresiones patriarcales (crímenes de «honor», violencia doméstica, mutilaciones genitales, tráfico sexual), del hambre, de las miserias cotidianas fruto de las intolerables desigualdades que el sistema económico mundial genera. Todas las víctimas y sus familias tienen toda nuestra compasión.
Nosotras, las mujeres de la Marcha Mundial, nos presentamos ante la ONU, hace exactamente un año, para denunciar vigorosamente las múltiples guerras sucias que asolan nuestros pueblos. Con toda claridad, identificamos a los actores que llevan la batuta y cuyos intereses se fortalecen mutuamente: grandes poderes, industria armamentista, compañías transnacionales, gobiernos corruptos, dictadores, integristas religiosos, crimen organizado, narcotraficantes. Nos presentamos como testigos que han vivido las violencias y las injusticias sufridas por millares de mujeres a causa de los conflictos armados y gritamos: ¡Las mujeres del mundo no queremos parir más hijos para la guerra! Reclamamos el respeto de los derechos humanos, la aplicación de todos los Convenios de la ONU, la resolución negociada de estos conflictos. No hemos sido escuchadas.
Hoy, cuando asistimos a un violento retorno de los guerreros de todo tipo, nuestra voz se eleva más fuerte todavía, para recordar:
– el polvorín que representa la ocupación por Israel de los territorios palestinos, su utilización de los hechos del 11 de septiembre para legitimizar y redoblar las agresiones contra el pueblo palestino, y su negativa a trabajar a favor de una solución negociada del conflicto de acuerdo con las resoluciones de la ONU;
– la duración, la amplitud, la intensidad de las tragedias de Ruanda, Angola, Burundi, Sierra Leona, la República Democrática del Congo, Liberia, Sudán, Etiopía, Eritrea, Sri Lanka;
– las masacres en Argelia; los horrores vividos en el Timor oriental; la situación en México y en Indonesia (Molluken);
– la suerte de las prisioneras y prisioneros políticos que agonizan en las cárceles turcas, marroquíes, latinoamericanas y en tantas otras cárceles del mundo entero;
– el impacto sobre las poblaciones civiles que tienen los conflictos en los Balcanes, Kurdistán, Georgia, Chechenia y en tantos otros países.
– las debilidades y las fallas del proceso de paz en Irlanda del Norte.
Sentimos en carne propia las incalificables violaciones que los Talibanes, fortalecidos por la inacción cómplice de la comunidad internacional, cometen impunemente contra las mujeres afganas desde hace más de una década. Las mujeres de Birmania, Irán, Irak y Pakistán no conocen mejor destino. Conocemos las consecuencias que tiene sobre las poblaciones latinoamericanas el Plan Colombia, orquestado y financiado por los Estados Unidos. Repetimos nuestra indignación frente a la situación de opresión vivida por los pueblos indígenas a través del mundo. Llevamos en nosotras el peso de todos los conflictos del mundo. No queremos más guerras.
Por consiguiente, nosotras, las mujeres de la Marcha Mundial, nos oponemos vehementemente a todo intento de utilizar la intervención armada contra un país o un grupo de países para resolver la crisis generada por los hechos del 11 de septiembre:
– Porque tal intervención creará todavía más sufrimiento y destrucción sin resolver en lo más mínimo los problemas que están a la raíz de tales acontecimientos y no hará más que agravar la pobreza y la humillación de las poblaciones afectadas;
– Porque sabemos por experiencia que son las mujeres y los niños las primeras víctimas, junto con las poblaciones desfavorecidas, de todo conflicto armado. La amenaza de una intervención militar de las fuerzas de la OTAN ha provocado ya la huída de millones de ciudadanas y ciudadanos afganos que viven en espantosa pobreza;
– Porque el gobierno de los Estados Unidos, respaldado por sus incondicionales aliados, fortalecerá su posición hegemónica de gendarme del mundo, continuará imponiendo su «nuevo orden mundial» y oponiéndose a todos aquellos instrumentos internacionales indispensables para la paz, el desarrollo sustentable y el respeto de los derechos de las mujeres, como son, entre ellos, el Convenio sobre la eliminación de todas las formas de discriminación hacia las mujeres, el Protocolo de Kyoto, el Tratado que instaura la Corte Penal Internacional y la Convención contra las minas antipersonales;
– Porque la industria armamentista y los presupuestos militares van a aumentar a costa de los programas para la salud, la educación, la seguridad social, la protección del medio ambiente;
– Porque habrá gobiernos que aprovecharán esta situación para nutrir la xenofobia, cerrar todavía más sus fronteras para erigirse en fortalezas contra las personas inmigrantes y refugiadas; para amenazar y hasta suprimir los derechos civiles y las libertades fundamentales, en particular de las mujeres, y para criminalizar todo movimiento de oposición a la mundialización neoliberal y sexista actual;
– Porque no hará más que fortalecer las dictaduras y los integrismos religiosos de toda índole.
Nosotras, mujeres de la Marcha Mundial,
– Exigimos que los culpables de los atentados sean identificados claramente y enjuiciados. La ley debe prevaler sobre el espíritu de venganza.
– Apoyamos las voces crecientes de ciudadanas y ciudadanos en los Estados Unidos y en otras partes del mundo que reclaman un cambio radical de rumbo en la política exterior estadounidense;
– Exigimos que la ONU desempeñe un papel mucho más activo con miras a impedir toda intervención militar a raíz de la crisis actual, a poner fin a todas las agresiones u ocupaciones militares que se están llevando a cabo, asegurar el derecho de asilo y velar por el derecho de las personas refugiadas a regresar a su país de origen;
– Exigimos que todos los países ratifiquen y apliquen el Convenio sobre las minas antipersonales;
– Reiteramos la urgencia de soluciones políticas negociadas de todos los conflictos y la participación equitativa de las mujeres en estas negociaciones;
– Exigimos que se levanten los embargos y los bloqueos (Cuba, Irak) que afectan principalmente a las mujeres y a los niños;
– Exigimos la prohibición total de la producción y venta de armas y exigimos que los Estados establezcan políticas de desarme tanto en el campo del armamento clásico como nuclear y biológico.
Nosotras, mujeres de la Marcha Mundial de las Mujeres, proponemos la construcción paciente e infatigable de la paz, la justicia, la democracia y la igualdad entre las mujeres y los hombres como alternativas a los actos terroristas e intervenciones armadas. Reiteramos nuestra voluntad de vivir en un mundo que se preocupe más de la seguridad de las personas que de la seguridad de las naciones y en el cual cada ser humano goce de los mismos derechos y libertades independientemente de su sexo, origen étnico, nacionalidad, religión u orientación sexual. Nosotras, mujeres de la Marcha Mundial, nos asociamos solidariamente a todas aquellas fuerzas del mundo que se activan para afirmar que «otro mundo es posible» y para realizarlo…¡ya!