El 24 de abril recordamos la masacre que se llevó a cabo en Rana Plaza, Bangladesh, cuando cerca de 000 1 mujeres resultaron heridas o muertas en 2013 por causa del derrumbe del edificio donde trabajaban en condiciones infrahumanas y por un salario inmoral. Nosotras, militantes de la Marcha Mundial de las Mujeres, juntas, en solidaridad elevamos nuestras voces para denunciar el lucro del capitalismo por medio de la expropiación y la explotación del trabajo productivo que este está empleando de diversas maneras, en todos los rincones del mundo y en nuestra vida diaria.
El capitalismo se reestructura permanentemente y utiliza los mismos mecanismos violentos de acaparamiento presentes desde su origen: apropiación de las tierras y de la naturaleza, explotación laboral, control de los cuerpos de las mujeres; violencia y poder militar. Esto significa que este sistema en sus diversas manifestaciones está directamente relacionado con el neo-colonialismo y el patriarcado.
Las compañías organizan su producción y toda la cadena de valores de manera diseminada alrededor del mundo y tienen como objetivo los países del Sur considerados como “paraísos fiscales “con mano de obra barata. Sin embargo, la fuera de trabajo no puede ser la más barata si los derechos de las y los trabajadores no están garantizados. Mujeres, en particular negras, asiáticas y /o inmigrantes, inclusive de los países del Norte, sufren por las condiciones precarias de trabajo, realizan largas jornadas y reciben bajo salario.
Esto también se debe a la usurpación de las tierras de las comunidades, a la transformación de la agricultura familiar en agricultura para la exportación, a la deforestación y la contaminación de los ríos por dichas actividades de las multinacionales y son las mujeres las que sufren la ausencia de recursos básicos como alimentos y agua necesarios para el sostén y el bienestar de sus familias. Así, venimos a depender del mercado para poder comer sin que tengamos poder adquisitivo y tenemos que recorrer largas distancias para abastecernos de agua. La clase trabajadora de inmigrantes urbanos – en su mayoría compuesta por hombres – que surge de la presencia de estas compañías en las comunidades, favorece a su vez la prostitución, los matrimonios precoces, es decir el sexo multinacional, para solventar las dificultades financieras vividas por las mujeres y sus comunidades.
Así mismo, la industria alimentaria que apoya los alimentos genéticamente modificados (OGM) se ha instalado plenamente en nuestros mercados. En esta industria, la apariencia estética de los alimentos es más importante que su calidad nutricional, lo que significa que nuestra salud y bienestar se vean gravemente comprometidos. La industria de la moda y de la tecnología por medio de la manipulación mediática para garantizar un consumo acelerado crea necesidades superfluas y nos convence que tal consumo nos concede un estatus elevado, llevándonos a un modo de culto de nuestro amor propio. Rechazamos esta falsa idea que pretende que la femineidad se mide por la cantidad y el precio de lo que compramos.
Este contexto, que afecta cada día a las Mujeres de distintas formas, es consecuencia de lo que se llama “libre intercambio”, que no es ninguna novedad y que además no tiene nada de libre. Los acuerdos de libre intercambio (ALC ) son instrumentos que establecen normas muy rígidas formuladas a través de un proceso extremadamente antidemocrático cuyo objetivo es que tales normas sean irreversibles para que las empresas multinacionales puedan ampliar su poder sobre nuestras vidas, controlar las políticas de los estados y la explotación de la fuerza de trabajo de las mujeres. Con estos tratados de libre comercio (ALC), las sociedades tienden a apropiarse cada vez más de los conocimientos ancestrales de nuestros pueblos. Quieren patentar la vida, las semillas, el conocimiento y detentar el monopolio de las patentes por el mayor tiempo posible. Ejemplos de esto son el Acuerdo Tras-Pacífico (TPP), el Tras-Atlántico (TTIP) y el Acuerdo sobre comercios y servicios ( TISA ).
Nosotras las Mujeres, luchamos contra los TLC ya que estos acuerdos son más que simples reglamentaciones del comercio entre países, son estrategias de dominación de las personas. Tales acuerdos amplían el alcance del mercado, aumentan las desigualdades entre los países y los pueblos y son una amenaza para la sostenibilidad de la vida, contribuyen al aumento del efecto invernadero y repercuten en la preservación de la vida, la naturaleza y su diversidad terrestre y marina. Representan un interés desmesurado de conquistar y explorar lugares como la luna y otros planetas. Las multinacionales además cuentan con la impunidad: violan los derechos humanos, cuerpos, contaminan la naturaleza, nuestros cuerpos y no son castigados. Cambian sus nombres, sus marcas y sus lugares de producción para aumentar sus ganancias.
Al oponernos al libre comercio, cuestionamos también un modelo de desarrollo que al asociar el machismo y el racismo en el mercado capitalista beneficia únicamente a una pequeña élite. Así, denunciamos las estrategias del avance permanente del capital sobre los territorios y la biodiversidad de los países del sur y la mercantilización de la vida.
Nosotras, mujeres de la MMM, reafirmamos la fecha del 24 de abril como fecha de Resistencia y de lucha contra el poder y la impunidad de los TNC y contra todas las formas de explotación capitalista neoliberal. Invitamos a nuestras militantes y a sus aliadas a unirnos en torno a esta reflexión/acción sobre su contexto específico incorporando sus luchas locales en este debate más amplio. Nuestro cuestionamiento está en la base de las alternativas que construimos en torno a la soberanía alimentaria, la agro-ecología y la economía solidaria desde donde defendemos el trabajo como un espacio para la libertad de las personas que son productoras y de las que son consumidoras.
Nuestra acción nos refuerza y estimula las luchas y resistencias en nuestra diversidad como mujeres que somos y representamos a nivel local e internacional.
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