¡Invertir en la vida, no en la guerra!
24 de abril de 2024, Día Internacional de la Solidaridad Feminista contra las Corporaciones Transnacionales.
El 24 de abril es el día de la solidaridad feminista internacional que resiste a las transnacionales. Nosotras, como Marcha Mundial de las Mujeres, denunciamos la explotación y la destrucción de nuestras vidas y de la naturaleza, por parte del sistema capitalista a través de las manos (in)visibles de las empresas transnacionales, desde que el Rana Plaza se derrumbó y destruyó las vidas de mil mujeres que trabajaban en condiciones totalmente precarias e inhumanas en Bangladesh.
Este año, mientras recordamos el crimen de Rana Plaza, somos testigos de la oleada de militarización y del incremento de la industria bélica, que se extiende por todo el planeta y amenaza nuestras vidas en todas partes. Sabemos que está intrínsecamente relacionada con las empresas transnacionales que alimentan las guerras y se benefician de ellas de diversas maneras.
La historia de los conflictos armados, los genocidios y la represión es larga. El lenguaje de la violencia, que se encuentra en la raíz del capitalismo y del patriarcado, y cuenta por lo tanto con el apoyo de las empresas transnacionales, los mercenarios y las fuerzas paramilitares, provoca la guerra y está fuertemente vinculado a la lógica colonialista, patriarcal, racista y autoritaria del capitalismo, que se nutre en gran medida de los intereses de las empresas transnacionales.
Muchas transnacionales se dedican a la producción y venta de armas y de equipamiento militar. Estas empresas se benefician del suministro de armas a los gobiernos implicados en diferentes conflictos, perpetuando la violencia y prolongando las guerras. No es una coincidencia que hoy en día estemos experimentando el crecimiento y el control extensivo de las empresas militares y de seguridad, que proporcionan el equipamiento a los guardias fronterizos, la tecnología de vigilancia para controlar las fronteras, y la infraestructura informática para rastrear los movimientos de la población. Por lo tanto, tampoco es de extrañar que Israel, junto con sus empresas, sea uno de los diez mayores exportadores de armas en todo el mundo.
Las empresas transnacionales también se benefician de la explotación de los recursos naturales en las zonas de conflicto, lo que provoca conflictos impulsados por el acaparamiento de estos recursos. El control de recursos valiosos, como el petróleo, los minerales y la madera, puede ser uno de los principales motores de los conflictos armados. Los gobiernos occidentales, junto con sus empresas transnacionales, invaden naciones de África, Asia y América Latina en nombre de las inversiones directas y la cooperación al desarrollo. Manipulan gobiernos nacionales cuyas elecciones se financian a través de mecanismos de ayuda y en el marco de Tratados de Libre Comercio (TLC) y políticas neoliberales. Producen armamento y lo venden a países donde tienen fuertes intereses económicos. Estimulan el endeudamiento mediante el suministro de armas a los gobiernos nacionales, acaparan las tierras: desplazan a familias y comunidades enteras de sus territorios y les despojan de sus medios de subsistencia y de los recursos naturales esenciales para la vida. Por lo tanto, les están arrebatando a las personas el derecho a una vida digna. Hoy en día, somos testigos de ello a través del conflicto militar en Sudán,RD Congo, la destrucción de la tierra y la cultura en Yemen, del Sáhara Occidental, el control islamista y militar sobre Mali, las continuas sanciones económicas aplicadas a Cuba, y Venezuela, los vemos a través de la guerra en Ucrania, y el genocidio en curso en Palestina. Sabemos que todos ellos están interconectados. Y el impacto y las consecuencias de todos ellos son los mismos.
De sur a norte, de este a oeste, las mujeres sufren los efectos y las consecuencias de la lógica capitalista que antepone el beneficio económico a la vida. Hoy en día, todos los sistemas que sostienen la vida están siendo atacados. Esto se debe a que el beneficio y la acumulación de capital, por parte de unos pocos, son los procesos que se priorizan, en detrimento de la reproducción de la vida. Así, podríamos decir que el sistema capitalista está en guerra contra nuestras propias vidas.
Durante décadas, el movimiento feminista ha denunciado los impactos de la guerra en la vida de las mujeres y su fuerte conexión con el patriarcado, el capitalismo y el racismo. Las mujeres sufren de forma mucho más dramática esta violencia. En el mundo globalizado de hoy, es fundamental visibilizar a los verdaderos responsables de este horror.
Por eso, como Marcha Mundial de las Mujeres, continuaremos denunciando el papel de las empresas transnacionales en la continuación de los conflictos y la militarización, y la manipulación de las políticas gubernamentales con este fin, así como los gobiernos y las empresas transnacionales que se benefician económicamente de los conflictos (control de los recursos naturales: petróleo, agua, minerales, entre otros) en su territorio o en los territorios de otros.
Este año tomaremos las calles y las redes para decir, una vez más «NO» a la guerra y a la industria bélica. Como Marcha Mundial de las Mujeres, seguiremos denunciando las guerras, las sanciones y las ocupaciones en Yemen, Afganistán, Mali, Sáhara Occidental y otros territorios, y más recientemente en Palestina.
Seguiremos diciendo «NO» a la militarización y a la industria de guerra, «NO» a las fronteras y a los muros, y «NO» a la explotación de los recursos naturales, de los trabajadores, de las mujeres y de los pueblos, y seguiremos denunciando nuestros derechos a defender nuestras tierras, cuerpos, trabajo y agua, en Palestina y en todas partes.
Nuestra solidaridad feminista internacionalista nos mantendrá en movimiento, resistiendo para vivir, ¡marchando para transformar!
Marcha Mundial de las Mujeres, 2024.