En todas las regiones del mundo, las mujeres estamos en las calles celebrando la fuerza colectiva que construimos con nuestra organización. Estar en movimiento nos hace recuperar nuestras voces y memorias silenciadas.
Ha sido nuestra acción colectiva que cuestionó el patriarcado, desnaturalizó la violencia sobre nuestros cuerpos, exigió el reconocimiento de nuestro trabajo y de todos nuestros aportes a la economía y al conjunto de la sociedad. La fuerza de la lucha de las mujeres está presente a lo largo de la historia y en nuestro cotidiano. Tiene como marca la rebeldía y el sueño. Rebeldía frente a la injusticia y la dominación. Sueños de libertad, igualdad, justicia, armonía entre los seres humanos y con la naturaleza.
La Marcha Mundial de las Mujeres es parte de ese grande movimiento. Somos mujeres diversas, de todos los pueblos, de diferentes culturas e identidades y nos construimos como movimiento internacional en lucha para cambiar el mundo y cambiar la vida de las mujeres. Afirmamos que los procesos de acumulación del capital es irreconciliable con la sostenibilidad de la vida y nuestra respuesta, como organización plural y diversa, tiene que ser cada día más potente, masiva y popular rumbo a la construcción de una economía para la vida.
La expansión del feminismo y su renovación generacional nos convoca a todas a seguir en resistencia y en lucha, a defender la igualdad, la diversidad y la disidencia sexual y afirmar la solidaridad y la radicalidad feminista. Seguimos fortaleciendo la auto-organización de las mujeres y a la vez el feminismo como estratégia en las luchas contra el capitalismo racista, colonialista y patriarcal. De este modo vamos impulsando formas más democráticas y horizontales de construir un poder popular.
El crecimiento de las luchas feministas se enfrenta con la reacción patriarcal. Afrontamos el conservadurismo que renueva su ofensiva de control del cuerpo y la sexualidad. Afrontamos las fuerzas neoliberales que reducen reivindicaciones potentes y anti-sistémicas a enunciados de comportamiento armonizados con el mercado. Afirmamos la centralidad del trabajo para la sostenibilidad de la vida, y desde ahí construimos un feminismo anti-sistémico.
En este 8 de marzo estaremos movilizadas para denunciar las políticas de austeridad que marcan la realidad de muchos países desde la última década. Una vez más denunciamos que las políticas neoliberales se sostienen con el trabajo de las mujeres, que amortigua los efectos de la reducción de salarios y de inversiones públicas en derechos y servicios. Tales políticas resultaron en más pobreza y precarización de la vida de la clase trabajadora, más violencia contra las mujeres, y el incremento del racismo y de la xenofobia. Decimos ¡No a las vidas precarias!
Trazos fascistas son parte de gobiernos y del ascenso de la ultraderecha en muchas sociedades, en donde se intensifica el uso de la guerra, la militarización, la criminalización y la persecución de liderazgos. Las fuerzas de derecha, en las que convergen aunque con diferentes expresiones el neoliberalismo y el conservadurismo, atacan la democracia en su forma y contenido. Con violencia sacan del frente todo lo que puede poner obstáculos a sus ganancias. Las grandes corporaciones transnacionales actúan con cada vez más poder e impunidad, presionan por acuerdos comerciales y de inversiones que abren más camino para violaciones y control de los territorios, destruyendo la naturaleza y expulsando los pueblos de los lugares en donde siempre vivieron. En este contexto, está cada vez más nítida la contradicción que existe entre los procesos que garantizan el lucro de las transnacionales y las dinámicas de sostenibilidad de la vida. Por ello, ¡Pongamos las vidas en el centro!
Desde el feminismo nos movilizamos contra el colonialismo, el racismo y la reacción hetero-patriarcal que se articulan y se expresan en el aumento de la violencia. La violencia ordena este modelo de dominación, y por esto para superarla es necesario más que cambios legales. La fuerza de las mujeres que de todas las partes del mundo, con sus cuerpos y voces denuncian el asedio y el feminicidio plantea la centralidad del enfrentamiento a la violencia en todas sus dimensiones, como parte de las luchas anti-sistémicas.
El momento exige la intensificación de nuestras resistencias feministas y populares, fortalecimiento de nuestras alianzas, y la construcción permanente de un movimiento mundial como estrategia para confrontar la fuerza de ese sistema de dominación que profundiza su carácter imperialista.
Las mujeres decimos no a las guerras y a la intervención de los Estados Unidos y sus aliados en los países. Las experiencias a lo largo del mundo han sido nefastas pues atacaron la soberanía y la vida de los pueblos. Acogemos a las personas desplazadas por las guerras y políticas económicas desastrosas y instamos a los Estados a hacer lo mismo. Denunciamos la forma como el capitalismo racista, colonialista y patriarcal se beneficia al mantener en situación de precariedad las mujeres desplazadas, se apropiándose de su trabajo, sus vidas y sus cuerpos.
Nos solidarizamos con todos los pueblos que siguen en lucha por la defensa de su soberanía. En este momento en particular nos solidarizamos con el pueblo venezolano que defiende la legitimidad de su gobierno, sus políticas de distribución de ingresos y servicios públicos y de afirmación de la soberanía popular.
La Marcha Mundial de las Mujeres estamos movilizadas construyendo respuestas y alternativas, defendiendo y construyendo la soberanía alimentaria y los bienes comunes, fortaleciendo el campo popular y anti-sistémico en el feminismo. Desde el campo y la ciudad, nos movilizamos en este 8 de marzo, y seguimos en la construcción de un proceso de organización permanente e irreversible, un movimiento basado en la solidaridad y en acciones comunes. Estamos en marcha y nos preparamos para la 5a acción internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, que tendrá lugar el 2020 bajo el lema “Resistimos para vivir, marchamos para transformar!”