“Resistencia y construcción de movimiento: confrontando al neoliberalismo desde la economía feminista y los comunes” fue el tema del seminario internacional organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM), entre 17 y 19 de junio de 2019, en Sao Paulo, Brazil. El seminário reunió alrededor de 30 activistas feministas de más de 15 países de las Américas, Europa, África, Ásia y Mundo árabe. En esse texto compartimos ejes de la reflexión colectiva realizada en esos días.
Neoliberalismo, conservadurismo y ascenso de la extrema derecha
La reflexión sobre el momento actual del orden mundial ha partido de contribuciones de compañeras de Filipinas, Turquía, Brasil e Estados Unidos. Entre los elementos comunes, el antifeminismo aperece con centralidad en las construcciones de los nuevos regímenes del nuevo orden neoliberal, que impone gobiernos basados en la opresión de las personas pobres y que consideran las luchas feministas contra la violencia y la explotación como amenazas. Una de las herramientas utilizadas por el sistema es la guerra a las drogas, que mata a las personas pobres en Filipinas y otras partes del mundo. El neoliberalismo es un proyecto autoritario para los más pobres y eso se aguza con el ascenso de la extrema derecha. No se puede perder las perspectivas radicales del feminismo, y la defensa de la democracia no puede disociarse de la lucha por una transformación del modelo económico y social.
Aunque el actual momento político tenga características que son, de hecho, nuevas, muchas contradicciones que hoy son evidentes para el conjunto de la sociedad son, en realidad, características intrínsecas del capitalismo heteropatriarcal y racista. Extractivismo, megaproyectos de construcción, cortes en la educación, salud, privatización de los comunes, del Estado y cambio climático son, todos, manifestaciones concretas de la lógica predatoria que ordena el neoliberalismo.
La agenda representada por presidentes de extrema derecha, como Donald Trump en los Estado Unidos, tiene raíces antiguas y profundas en la historia de los países, muchos de los cuales se erigieron a partir del genocidio de los pueblos indígenas y de la esclavitud. La militarización de la vida, los mecanismos de control, el encarcelamiento del pueblo negro, la criminalización de los movimientos, la xenofobia y la monopolización de los medios de comunicación son elementos que alimentan a la ideología racista, patriarcal y capitalista, y legitiman diariamente el terrorismo de ese sistema. En distintos territorios, la militarización tiene conexión estrecha con las empresas transnacionales, que utilizan el aparato represivo del Estado para defender sus intereses corporativos. Las mujeres son protagonistas de la resistencia a la militarización. La estrategia de construcción del poder popular es clave para esa resistencia.
En muchos países, ese es un momento marcado por derrotas históricas y profundas de la clase trabajadora. En la realidad latinoamericana, el ascenso de la derecha debe ser discutido considerando como está esa región en la geopolítica internacional y en la acumulación del capital. El ascenso de la extrema derecha tiene que ver con una crisis prolongada, desde 2008, con una reafirmación de una hegemonía estadunidense y con nuevas características del neoliberalismo, que, en otros momentos, se ha apoyado en la defensa de la democracia y que hoy prescinde de ella. Es necesario avanzar en la construcción de visiones comunes, populares, sobre qué significa la democracia a partir de los valores de justicia, igualdad, libertad y poder popular, y sobre cómo eses contenidos son centrales para su defensa en este momento.
El ataque al Estado como garantizador de derechos y el fortalecimiento de su aparato represor convive con un discurso peligroso sobre representatividad, que hace con que algunas mujeres se sientan parte de ese sistema que produce lucro y desesperanza. Es necesario considerar la anormalidad de la conyuntura. Forjar una supuesta normalidad democrática nos pone de frente a falsos dilemas y, sobretodo, falsas soluciones. No hay como estar en los espacios de poder sin un proceso de construcción de poder popular, de organización y movilización permanente.
Visiones feministas y acumulados políticos para enfrentar al capital
Frente a una realidad compleja, rellena de ataques y amenazas, tenemos el desafío de construir una visión común sobre los tipos de disputas y los enfrentamientos al capital necesarios para cambiar el modelo. No partimos del punto cero, pero de un acumulado de visiones y propuestas construidas a partir de la lucha colectiva, de sujetos organizados, como la Marcha Mundial de las Mujeres, la Vía Campesina y Amigos de la Tierra Internacional.
Es necesario apuntar la concreción de ese sistema de muerte, los atentados contra la vida impulsados por megaproyectos, agronegocio y militarización de los cuerpos y territorios. Las respuestas colectivas a esta realidad también tienen que ser concretas. La soberanía alimentaria y la economía feminista fueron presentadas y discutidas como propuestas de resistencia.
Es con las bases de la economía feminista que debe construirse la crítica a la crisis económica, cuya causa es el modo de funcionamiento del sistema capitalista, en el cual los bienes comunes y el trabajo de las mujeres son comprendidos como fuentes inagotables de explotación. Romper con ese sistema, por lo tanto, es romper con la división sexual del trabajo y con las jerarquías entre producción y reproducción social.
La economía feminista es una apuesta política y teórica, una herramienta de construcción de imaginarios de la nueva sociedad que queremos construir, tanto cuanto es la base de las prácticas que vienen siendo emprendidas por las mujeres en esta construcción. Al poner la vida y la sostenibilidad en el centro del debate y de la acción política, la economía feminista nos pone en otra posición, necesariamente anticapitalista, y de afirmación de la interdependencia entre las personas y ecodependencia en relación a la naturaleza.
Los processos organizativos permanentes son fundamentales para la resistencia. La diversidad de experiencias y de mujeres que componen las organizaciones feministas anti sistémicas necesita ser una fortaleza, y no una fuente de fragmentación. Son estas organizaciones las que tienen capacidad de hacer una crítica integral al sistema capitalista racista y patriarcal, y poner la defensa de la vida como interés central.
La defensa de los comunes viene como un instrumento de enfrentamiento al proceso de mercantilización y vaciamiento de la política. Los comunes son sobre la naturaleza, nuestra comunicación feminista, la lucha contra-hegemónica, nuestros espacios auto-organizados y populares. Son, por lo tanto, una de las claves fundamentales para nuestra organización, que necesita cumplir su necesario papel ante los ataques del capitalismo.
Son muchos los acumulados, aprendizajes y desafíos que la construcción de resistencias y alternativas en los territorios aporta a las luchas populares. Es importante confrontar al capitalismo al mismo tiempo en que construimos el proyecto de sociedad que queremos vivir. En ese sentido, es necesario hacer avanzar las alternativas que conviven con ese sistema, en dirección a un proyecto emancipatorio, incompatible con la lógica del capital.
Experiencias de resistencias concretas, protagonizadas por las mujeres, aportan para esa reflexión. En la resistencia de las mujeres curdas, el cuestionamiento colectivo sobre qué es la política es parte de la construcción cotidiana de las mujeres, en un proceso que tiene la comunidad, y no la nacionalidad, como base de la organización social. En resistencia al cotidiano de violencia y violaciones colonialistas y patriarcales, comunidades auto organizadas de mujeres han sido construidas en Kenia, como alternativa de sobrevivencia y ejercicio de una vida sin violencia. La articulación de esas experiencias con la lucha feminista de resistencia al capitalismo concretizan qué es la economía feminista en el ámbito local, y se potencializa en la Marcha Mundial de las Mujeres. La resistencia de las mujeres indígenas en distintas partes se organiza a partir de visiones que tienen conflicto con las lógicas y visiones occidentales. Defender y proteger la tierra y las aguas es algo muy serio e importante, porque visibiliza la relación de dependencia entre las personas y la naturaleza, y, por supuesto, la responsabilidad con el cuidado – al revés del sistema capitalista, que calcula, banaliza y destruye los bienes comunes. Una de las luchas de las mujeres indígenas en los EE.UU es contra la desaparición y asesinato de mujeres, que acompaña a la violación y expoliación de las tierras y territorios por el llamado “progreso” del capitalismo.
La fuerza de esas experiencias de construcción de resistencia y auto organización popular y feminista inspiran a los debates y contribuyen para la construcción del imaginario político del mundo donde queremos vivir, de los desafíos y contradicciones que encontramos en el camino de su construcción. La discusión colectiva ha afirmado la centralidad de emprender luchas que, al mismo tiempo, resistan a la violencia y explotación del capitalismo racista y patriarcal, y que construyan simultáneamente sociedades basadas en la igualdad, justicia y solidaridad.
Feminismo en movimiento
Las mujeres son la principal fuerza de resistencia y confrontación al ascenso de la extrema derecha en distintas partes del mundo. El desafío es ampliar la organización permanente.
Es común la percepción de la tendencia de mercantilización e instrumentalización del feminismo, con la apropiación fragmentada de slogans despolitizando a los contenidos. Eso es perceptible tanto en la actuación de grandes empresas transnacionales, que pasan un maquillaje lila en su actuación de explotación del trabajo y acaparamiento de los territorios – estrategia también presente en el ámbito de la lucha socioambiental – cuanto por la manera como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha reformateado a los discursos de género y defensa de los derechos de las mujeres.
El feminismo que queremos y construimos es aquello que cambia la vida de las mujeres para cambiar el mundo y cambia el mundo para cambiar la vida de las mujeres en un mismo movimiento. Este feminismo tiene en su centro un compromiso profundo con la transformación de la sociedad, con la lucha por el fin del capitalismo, del patriarcado y del racismo, porque comprendemos que eses sistemas de explotación son la base de la opresión que vivimos. No nos basta la representación en esta sociedad. Queremos una sociedad nueva por entero. Para construirla es necesario acumular los aprendizajes y experiencias, bien como participar de la organización del tiempo presente. En ese sentido, es necesario construir síntesis políticas y organizativas considerando las distintas generaciones políticas que se encuentran en el feminismo. Apostamos en la auto organización de las mujeres como sujeto político, y en el proceso de reorganización de las relaciones económicas y, por ende, de la vida en ámbito local. Por eso, el desafío está en la organización permanente, para allá de las grandes fechas de movilización.
El feminismo es un movimiento social, un proceso político de un sujeto colectivo. La clase es una dimensión central en ese movimiento, así como es el reconocimiento de que las mujeres trabajadoras, campesinas, negras, quilombolas e indígenas han sido sujetos colectivos, capaces de grandes movilizaciones y de confrontaciones cotidianas con el capitalismo racista y patriarcal. Un desafío – que es, también, resistencia – es no permitir que esas luchas sean borradas y ocultadas del presente, como ya fueron antes en la historia.
Las síntesis y convergencias en la construcción de la economía feminista como proyecto y estrategia de lucha, y de la fuerza popular para transformar las estructuras de poder y las bases que sostienen la vida, forman el camino de construcción estratégica de movimiento que por lo cual necesitamos pasar. Son claves en eso la construcción de solidaridad para allá de las fronteras, un internacionalismo cotidiano que articule las luchas locales a las internacionales, y un enfrentamiento contundente a la lógica del capitalismo racista y patriarcal que ataca a la vida. Todas esas discusiones son parte de la reflexión de la Marcha Mundial de las Mujeres en su proceso de preparación de la 5ª Acción Internacional del movimiento, que acontecerá en 2020 con la consigna “Resistimos para vivir, marchamos para transformar”.