Exactamente un año después que el mundo entero enfrentara el inicio de la primera pandemia del siglo XXI, nosotras las mujeres nos encontramos en un nuevo 8 de marzo, que gana significado especial en 2021. Desde hace 111 años, esa fecha es un marco de referencia para las mujeres en movimiento, las mujeres que osan hacer crecer sus voces, resistiendo y garantizando la sostenibilidad de la vida.
Somos mujeres de todos los pueblos, de culturas y realidades diferentes, que denunciamos las violencias y opresiones, que las crisis de ese modelo capitalista, heteropatriarcal, racista y destructivo de la naturaleza provoca en nuestras vidas. La pandemia de covid-19 ha puesto a la luz las desigualdades y trampas de ese sistema que, con la profundización del neoliberalismo, precariza más y más la vida de las mujeres, de los pueblos y del planeta. Esa urgencia de la defesa de la vida ha sacado a relucir lo que reivindicamos hace mucho tiempo: ¡la ruptura con este sistema es urgente!
Y somos nosotras, mujeres de clase trabajadora de todos los pueblos, quienes seguimos apuntando horizontes posibles, mientras nos ponemos en la línea de frente a las resistencias a los ataques del capital contra la vida. Nuestra lucha es internacionalista. Al mismo tiempo, nuestra auto organización concretiza la solidaridad feminista y popular en las acciones cotidianas en nuestros territorios. ¡Unidas, marchamos y reescribimos nuestras historias!
Las desigualdades en el acceso a la salud dejaron clara la necesidad de resistir al brutal avance del mercado y sus transnacionales. Nos endeudan, toman nuestras tierras, destruyen y venden la naturaleza, atacan nuestra soberanía alimentaria y buen vivir. El beneficio de las empresas está en una inmensa batalla contra todo aquello que sostiene la vida – como hemos visto recientemente en las muertes de las trabajadoras en un taller clandestino de la industria española en Marruecos.
Aunque con nuevas dinámicas impuestas por la pandemia, nuestro feminismo se está movilizando contra las investidas del imperialismo, contra la militarización y el intento de minar la soberanía de los pueblos y criminalizar a luchadoras y luchadores sociales. Denunciamos a las prisiones políticas! Condenamos a las políticas de gobiernos que violan a los derechos de los pueblos, y también a los bombardeos imperialistas que son permanentes en territórios como Syria. En todo el mundo, luchamos contra la militarización y la ocupación de los territorios, y expresamos solidaridad a nuestras compañeras venezolanas, palestinas y saharauis, que resisten diariamente a bloqueos, sanciones y violencias. Marchamos en defensa de nuestra autonomía y en solidaridad a las compañeras perseguidas, asesinadas y privadas de su libertad.
Nuestros cuerpos, voces e ideas tienen fuerza en las calles, en las redes y en el campo, y para combatir las violencias de la derecha y sus fundamentalismos – que, cada vez más radicales, expresan odio, racismo, misoginia, intolerancia y las demás formas de opresión y discriminación. La violencia patriarcal es un engranaje de ese sistema que combatimos todos los días. Luchar por la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos y sexualidades es fundamental en nuestra lucha por otra sociedad.
EL 8 de marzo es parte de nuestros procesos colectivos de resistencia que confrontan a la lógica neoliberal de destrucción del Estado, privatización, competitividad e individualismo. Nuestro feminismo construye economía feminista, solidaridad, reciprocidad, soberanía y poder popular.
Por todo el mundo, luchamos en este 8 de marzo y todos los días por un mundo sin explotación y jerarquías.
¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar!