Nalu Faria comenta la coyuntura brasileña, las elecciones presidenciales y la campaña «Fuera Bolsonaro»
publicado originalmente en el portal Capire
Este año que comienza será decisivo para las mujeres y para los movimientos populares en general en Brasil. Un año de luchas, crucial para decir no al neoliberalismo, al autoritarismo, al negacionismo, y para plantear y afirmar el país en el que queremos vivir.
Cada día, y también durante las elecciones que tendrán lugar en octubre, tenemos la tarea de sacar a la extrema derecha del poder. La situación política actual de Brasil tiene su origen en el golpe de Estado contra el gobierno de la presidenta Dilma Rousseff (PT), que tuvo lugar en 2016. Poco después del golpe, se reanudaron las políticas neoliberales de austeridad y se desmantelaron las políticas del gobierno anterior. Se aprobaron proyectos retrógrados, como la Enmienda Constitucional 95, que congeló el gasto social durante 20 años, y la contrarreforma laboral.
A pesar del escenario de permanente ataque ideológico contra la izquierda, Lula era el candidato predilecto en las encuestas previas a las elecciones de 2018. En abril de ese año, Lula fue detenido arbitrariamente en un proceso de lawfare[1] que lo mantuvo en la cárcel durante 580 días.
En el curso de esta disputa política, las élites se unieron a la campaña del candidato de extrema derecha Jair Bolsonaro. Su campaña electoral se basó en las fake news, movilizando los valores conservadores en nombre de la familia y la religión, y relacionando el comunismo con la corrupción. No acudió a los debates públicos, sino que propagó su discurso a través de una red digital de difusión de mentiras y miedo, con muchos robots y también mucho dinero.
El gobierno de Bolsonaro ha continuado el proceso de desmantelamiento de las políticas públicas que atienden a la población. Intensificó la liberalización de la economía a todos los niveles, especialmente en la deforestación, la minería y la privatización. El carácter genocida de su gobierno ya era visible en su postura racista y militarista, y se hizo más contundente durante la pandemia de covid-19, con una posición negacionista, ataques a las medidas de aislamiento social, boicot a la compra de vacunas.
El gobierno de Bolsonaro ha continuado el proceso de desmantelamiento de las políticas públicas que atienden a la población. Intensificó la liberalización de la economía a todos los niveles, especialmente en la deforestación, la minería y la privatización. El carácter genocida de su gobierno ya era visible en su postura racista y militarista, y se hizo más contundente durante la pandemia de covid-19, con una posición negacionista, ataques a las medidas de aislamiento social, boicot a la compra de vacunas.
Frente a esta disputa que se está dando hoy en nuestra sociedad, es fundamental que elijamos un gobierno que se oriente por otro proyecto de país. Un proyecto popular, feminista y antirracista, que para llevarse a cabo necesita estar permanentemente anclado en las luchas y organizaciones populares. La candidatura de Lula, del Partido de los Trabajadores, cuenta hoy con el apoyo de este grupo de movimientos y partidos que han conformado un amplio frente de izquierda en la campaña Fuera Bolsonaro.
Los movimientos se organizan para apoyar su candidatura, con un amplio proceso de organización popular como elemento clave en la construcción de este proyecto. Es necesario un rompimiento profundo con el neoliberalismo, que se vincule a la recuperación y construcción de una democracia con amplia participación popular. Sólo así vamos a poder garantizar la transformación del Estado para materializar su sentido público y de garantía de los bienes comunes.
Las mujeres organizan la resistencia
Durante el periodo en que Lula estuvo en la cárcel, los movimientos sociales y partidos progresistas sostuvieron fuertemente la campaña por su libertad, con movilizaciones en todo el país y una vigilia permanente en frente del lugar donde Lula estaba detenido. Las mujeres fueron muy activas en la lucha contra el golpe y también en la campaña Lula Libre. Más tarde, este proceso se vinculó a la construcción de un frente amplio que organiza la campaña Fuera Bolsonaro y la lucha por políticas de emergencia, vacunación y atención sanitaria durante la pandemia.
En la campaña electoral de 2018, un hecho notable fue la posición que tomaron las mujeres. Se organizaron manifestaciones por «Él no» en las que las mujeres se posicionaron firmemente en contra de la candidatura de Bolsonaro. Fueron protestas masivas, organizadas y lideradas por el movimiento feminista en toda su diversidad de expresiones. En ese momento, las mujeres rechazaron el proyecto político de Bolsonaro y expusieron su naturaleza retrógrada, conservadora y enemiga de la clase trabajadora, de las mujeres y de las personas negras, indígenas y LGBTQIA+.
Ello se expresó en el voto de las mujeres en las elecciones –según la agencia Género y Número, con base en los sondeos, el 52% de las mujeres declaró que votaría por Fernando Haddad (PT), mientras que el 59% de los hombres se posicionó a favor de Bolsonaro–, así como en su evaluación acerca del gobierno de Bolsonaro, donde el rechazo ha sido mayoritario –el 67% de las mujeres desaprueba la gestión del mandatario, según una encuesta de PoderData divulgada en enero de este año.
Este rechazo forma parte de un proceso más amplio que se reconoce actualmente: las mujeres son las principales protagonistas de las luchas de resistencia y de la construcción de respuestas al modelo actual –que definimos como un modelo basado en el conflicto capital-vida.
Las mujeres están al frente de las luchas contra las empresas transnacionales, contra la guerra, las políticas neoliberales, la violencia policial que asesina a sus hijos, el racismo y el genocidio de los pueblos negros e indígenas. Defienden la autonomía sobre sus cuerpos, exigen una vida sin violencia, están en la primera línea de las luchas en las comunidades defendiendo sus territorios, su cultura, sus modos de vida. Una lista que no se acaba porque los ataques son muchos y, para todos ellos, hay resistencia y construcción de fuerza colectiva.
Las mujeres también están en la producción agroecológica, en la economía solidaria, en las acciones solidarias, en las ollas colectivas, en el acompañamiento a las mujeres que sufren violencia, están socializando el cuidado, produciendo una comunicación contrahegemónica, impulsando la recuperación de las prácticas culturales y de salud. Esta es otra lista que no se acaba y que nos hace afirmar la centralidad de las mujeres para la sostenibilidad de la vida.
Toda esta resistencia está coextendida a la construcción de respuestas cotidianas para sostener la vida. Al resistir, señalamos las transformaciones necesarias para la construcción de una sociedad que garantice el buen vivir, con igualdad, libertad, democracia, centrada en la construcción de los bienes comunes. No se trata sólo de una realidad brasileña o de las Américas, sino de una realidad mundial.
Durante la pandemia, se desvelaron las desigualdades, así como los ataques a la vida, que se intensificaron por parte de los sectores retrógrados. Las mujeres estaban y están en la primera línea para hacer frente a la pandemia, pues son la mayoría del personal de salud, de diversos sectores de servicios, y garantizan el trabajo doméstico y de cuidados en los hogares y las comunidades.
Al mismo tiempo, las mujeres se vieron más afectadas por el desempleo. Desde el comienzo de la pandemia, los sectores de servicios en los que se concentran las mujeres trabajadoras han sufrido recortes de puestos de trabajo, incluso en el sector de las trabajadoras domésticas.
Los datos del segundo trimestre de 2021 presentados en la Encuesta Nacional por Muestra de Hogares (Pnad), realizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), muestran que las mujeres experimentan una mayor tasa de desempleo, que llega al 17,1%, mientras que la de los hombres alcanza el 11,7%. Esta situación se suma al hecho de que las mujeres se encuentran en las ocupaciones más precarias. Forma parte de su vida cotidiana la búsqueda de empleos que puedan conciliar con el trabajo doméstico y de cuidados. El hecho es que han tenido más dificultades para asegurar el mantenimiento de sus familias en un contexto de alta inflación, especialmente en los precios de los alimentos.
Una vez más, las mujeres absorbieron en sus cuerpos los impactos de la crisis, viven situaciones de estrés, tensiones y enfermedades mentales en una dinámica de precarización de la vida –una dinámica en la que se trabaja para vivir, se vive para trabajar. ¿Y la respuesta patriarcal? Más violencia, más feminicidios, más imposición del mercado sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos.
Por un año nuevo de luchas antisistémicas
Si queremos entender la condición y las dinámicas que viven las mujeres en la sociedad, necesitamos una mirada sistémica y no enfocarnos sólo en «temas», «problemáticas» o incluso en los derechos de las mujeres. Sólo así vamos a poder establecer los marcos necesarios para las transformaciones estructurales que necesitamos.
Nuestro desafío para el próximo período es radicalizar los procesos de lucha que ya estamos construyendo desde una perspectiva de pluralidad de sujetos y de resistencia al modelo actual. Queremos avanzar para desmantelar este modelo basado en la injusticia y la explotación, y construir un nuevo modelo que ponga la sostenibilidad de la vida en el centro.
Nos apoyamos en los saberes acumulados por los pueblos que resisten y construyen la fuerza política colectiva. En Brasil, esta trayectoria se ha expresado en la resistencia a la reacción neoliberal, conservadora y autoritaria apoyada por sectores del mercado, las iglesias y el ejército.
La Campaña Fuera Bolsonaro articula un amplio campo político y hace converger las experiencias de muchos años de lucha conjunta de los movimientos sociales, los partidos de izquierda y diversas organizaciones de la sociedad civil. La campaña elaboró colectivamente una propuesta de impeachment contra Jair Bolsonaro y propuso un programa de medidas de emergencia para hacer frente a la crisis, reclamando ayuda de emergencia, vacunación, tributación de las grandes fortunas, entre otros temas. Al mismo tiempo, organizó una gran campaña de solidaridad, con distribución de alimentos y productos de higiene, acciones educativas sobre la pandemia y ollas colectivas para repartir comidas. La dimensión solidaria se trabajó no sólo como una ayuda de emergencia, sino como un valor central para nuestras propuestas de otro modelo de sociedad.
En esta trayectoria, hemos acumulado una visión antisistémica que debe ser profundizada para definir las directrices comunes de un proyecto popular y democrático para Brasil. Este proyecto debe incorporar las aspiraciones de la clase trabajadora, la lucha antirracista, feminista, ecológica y la lucha por la diversidad sexual y de género. Marchamos con la certeza de que no estamos solos y de que nuestra mirada internacionalista alimenta nuestra posición anticolonialista y antiimperialista y nuestros ideales socialistas, democráticos y libertarios.
En este año 2022, tenemos el desafío de continuar nuestra lucha cotidiana para responder a las necesidades concretas de nuestro pueblo: alimentos, tierra, agua, servicios públicos, el derecho a existir sin violencia. Estas luchas forman parte de la disputa por el otro modelo de sociedad que queremos. No hay forma de acabar con la pobreza sin acabar con la explotación. Para tener una vida sin violencia ni persecución, necesitamos democracia, poder popular, valores libertarios. Las luchas no están separadas, siempre están articuladas y deben radicalizarse.
Por ello, nuestra prioridad será la movilización, la organización en cada parte de este país para que nuestras voces resuenen todas juntas, en sintonía y en un solo canto. Somos internacionalistas y creemos en la fuerza de nuestra lucha común. La articulación de nuestras luchas a nivel global es fundamental para transformar nuestras vidas.
Nosotras, desde la Marcha Mundial de las Mujeres, haremos sonar nuestras voces porque «¡resistimos para vivir, marchamos para transformar! Queremos construir grandes movilizaciones para el 8 de marzo, Día Internacional de Lucha de las Mujeres. Este es el significado de esta fecha: remarcar las luchas articuladas y simultáneas en todo el mundo. Esperamos que este año el 8 de marzo sea la señal de nuestro avance para derrotar el neoliberalismo. Que esta movilización crezca y se convierta en un proceso de cambio irreversible.
[1] Lawfare es un término que expresa la manipulación del derecho y las leyes como estrategia para combatir a los adversarios. Lawfare es una combinación de las palabras «law» (“ley”) y «warfare» (“guerra”).
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Nalu Faria forma parte del Comité Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres en representación de las Américas. Este texto es una adaptación del texto original publicado en la Columna Siempreviva, en Brasil de Fato.
Edición y revisión de Helena Zelic
Traducido del portugués por Luiza Mançano