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Los efectos negativos de la crisis climática han comenzado a sentirse cada día
más. Mientras los glaciares se derriten en una parte del mundo, los países de la
otra luchan contra las altas temperaturas y la sequía. El 47% de las tierras de la
UE se enfrentan a una sequía de “alerta”. En China, se midió el nivel de agua más
bajo en 157 años en el río Yangzi, el más grande del país, debido a la sequía. Sólo
este verano, miles de hectáreas de tierra han sido destruidas por los incendios
en diferentes partes del mundo, y las cadenas de suministro fallaron por ello.
Mientras se producían incendios en una parte del mundo, en otras se producían
inundaciones y corrimientos de tierra. Muchas personas perdieron la vida o se
vieron obligadas a abandonar sus hogares debido a los corrimientos de tierra
y las inundaciones en India, Pakistán, Bangladesh, Irán y Australia. El cambio
climático también se está convirtiendo cada vez más en un factor de desplaza-
miento y migración. Las consecuencias del cambio climático no son sólo físicas,
sino también psicológicas, económicas y políticas, y está generando más des-
igualdades en nuestras sociedades.
Sin embargo, los efectos del cambio climático se dejan sentir con mayor inten-
sidad en las personas que son menos responsables del problema. Los países
y las poblaciones pobres -las mujeres, en primer lugar- son cada vez más vul-
nerables a estas catástrofes. Las mujeres pobres de las zonas rurales y las mu-
jeres indígenas dependen en mayor medida de los recursos naturales para su
supervivencia y, en muchas partes del mundo, son ellas las que se encargan de
producir los alimentos básicos de subsistencia, recoger el agua y cuidar de los
niños y los ancianos. Además, la migración inducida por el clima tiene lugar de
forma desproporcionada en los países pobres y afecta sobre todo a las mujeres.
Abandonar sus hogares a causa de las catástrofes naturales o la degradación del
medio ambiente supone un mayor riesgo de sufrir diversas formas de violencia,
incluida la sexual, para las mujeres. Además, los efectos del cambio climático
tienen consecuencias desastrosas para su salud, seguridad, derechos y situación
económica. En todo el mundo, la crisis climática podría agravar las desigualda-
des en cuanto al acceso a la sanidad, la alimentación sana, el agua potable y la
electricidad, entre otras cosas.
Denunciar a los culpables para garantizar la justicia climática
Ante esta crisis climática, es importante que reflexionemos sobre cómo hemos
llegado hasta aquí. Los datos científicos demuestran que el deterioro del planeta
está estrechamente vinculado al modo de producción capitalista y al modelo de
consumo que lo acompaña. Para lograr la justicia climática, es importante destacar
la responsabilidad histórica de los países industrializados del norte en nuestra
situación actual. Los principales emisores de carbono fueron todas las potencias
coloniales, es decir, EE.UU., Europa, Canadá y Australia han representado juntos
más de la mitad de las emisiones mundiales acumuladas.2
Las ocupaciones coloniales y las guerras también desempeñan un papel
fundamental en la destrucción masiva de la ecología del planeta. Las guerras
tienen numerosas repercusiones en la naturaleza: la contaminación de los
fabricantes de armas y de los sistemas de seguridad, el coste medioambiental
del mantenimiento de los ejércitos y de la preparación de los conflictos, los
efectos de las bombas y de las armas de guerra en los entornos naturales, y la
lista continúa. A pesar de estos hechos, los países que lideran la producción y
el consumo de emisiones prefieren deliberadamente no hablar de los índices
de emisión de sus ejércitos. Por ejemplo, la emisión del ejército estadounidense
supera la de casi 140 países, y además es el mayor consumidor institucional
de petróleo del mundo y, por tanto, el mayor emisor institucional de gases de
efecto invernadero. Además de los efectos devastadores de la guerra en curso
entre Rusia y Ucrania sobre las personas, también hay que considerar sus efectos
sobre la crisis climática. Hay que poner fin a esta peligrosa relación entre los
combustibles fósiles, las misiones militares y la guerra.
En lugar de hablar de estos índices, los países empezaron a hablar del cambio
climático como una cuestión de seguridad, empezaron a abordar la crisis climática
como una amenaza para la seguridad nacional. Este tipo de pensamiento implica
que los más afectados por el cambio climático y los que no tuvieron nada que
ver con la contribución a la crisis y que son las víctimas de la crisis climática son
ahora llamados “una amenaza” para la seguridad nacional de los países. Ahora,
Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Australia gastan más del doble en armar
sus fronteras en comparación con lo que gastan en la financiación del clima.
Por eso nuestra exigencia no es sólo la de reducir las emisiones de los militares,
sino también la de poner fin a las misiones militares y a las guerras. Debemos
construir juntos un mundo que afronte nuestros retos más allá de las fronteras.
Nos negamos a soportar la carga de la crisis climática sobre nuestros
hombros. ¡Los que crearon la crisis climática deben pagar la factura
por ella!
Este año, la Conferencia anual de la ONU sobre el Cambio Climático se celebrará
en Egipto del 6 al 18 de noviembre de 2022. Esta será la 27ª conferencia que se
conoce comúnmente como COP 27. Todos nos estamos acercando a una catás-
trofe climática, pero los líderes políticos y las grandes empresas están dema-
siado inmersos en su competencia por los recursos, los mercados y el dominio
geopolítico como para tomar las medidas necesarias para salvar nuestro plane-
ta. La solución a la crisis climática no vendrá de los que han causado la crisis.
La crisis climática no puede discutirse desde una perspectiva que favorezca los
intereses del capital. Los capitalistas, conocidos por sus proyectos realizados
mediante la usurpación de nuestro aire, agua, tierras, derecho a una vida sana y
derechos democráticos, son responsables de la crisis climática. Los resultados
del orden de destrucción y explotación que abarca todos los ámbitos de la vida
son evidentes.Nuestra visión feminista de la doble cuestión del clima y el medio ambiente ve
la destrucción de la naturaleza como parte de la propia organización del ca-
pitalismo, en su interminable búsqueda de beneficios. No basta con observar
que los impactos de este sistema son peores para las mujeres. Nuestro trabajo
se basa en la constatación de que el capitalismo utiliza estructuras patriarcales
en su actual proceso de acumulación. Por ello, no creemos en las acciones que
sólo pretenden reducir los impactos negativos del sistema de producción. Por
el contrario, queremos desarrollar nuestra lucha para transformar las estructuras
responsables de las relaciones desiguales y las luchas de poder, combinando las
perspectivas de clase, raza, sexualidad y género. Por ello, defendemos que es
necesario un enfoque feminista de la justicia climática.
La Marcha Mundial de las Mujeres lucha por un cambio real: Nuestro plan se
basa en el fortalecimiento de los lazos entre las mujeres y en la concienciación
de las preocupaciones compartidas por todas las mujeres, especialmente a nivel
local, en la lucha por el cambio de los patrones de consumo y del modelo de
producción del sistema capitalista. Nuestro desafío consiste en unir las luchas de
las mujeres, tanto rurales como urbanas, contra la desigualdad medioambiental,
para salvaguardar los servicios públicos y los bienes comunes, proteger la natu-
raleza y luchar contra la privatización de nuestras vidas, entre otros. Las luchas
por la soberanía alimentaria, la resistencia agroecológica (tradicionalmente lide-
rada por las mujeres), la politización feminista del derecho a controlar el propio
cuerpo, la construcción de la autonomía de las mujeres y la importancia central
del cuidado de la vida y la naturaleza se combinan para producir convergencias
políticas capaces de construir un nuevo paradigma de vida sostenible, basado
en la igualdad y la preocupación por las generaciones futuras.
Por eso, como feministas, decimos que
No puede haber Justicia Climática sin Feminismo.