Debido a las destructivas políticas económicas neoliberales que eliminaron lo que quedaba de la economía libanesa tras el fin de la guerra civil y crearon una economía rentista improductiva, basada principalmente en los servicios en forma de sector bancario -con la aprobación, participación y utilización de todos los partidos políticos en el poder, incluso los que se consideran ajenos a la economía- el Líbano ha llegado al colapso económico. El Banco Mundial lo considera uno de los peores casos del mundo, y es el peor de la historia del Estado libanés.
Hace unos 10 meses, comenzó el levantamiento en el Líbano, declarando no sólo un colapso económico sino también el rechazo del silencio y la aquiescencia. Durante la sublevación de la intifada, surgieron demandas que iban desde cambios en las políticas económicas y en la forma de representación política hasta leyes injustas contra la mujer. En conjunción con la crisis económica, y mientras la autoridad -representada por ministros y representantes, líderes de partidos, banqueros y el Gobernador del Banco del Líbano- se niega a cambiar las políticas económicas y a liberar los «depósitos de la gente en los bancos», la pandemia de la Corona llegó a poner de manifiesto la ausencia de infraestructuras sanitarias y sociales. En un momento en que la libra libanesa se está derrumbando de manera dramática, el Estado libanés está interpretando la realidad con análisis poco realistas y poco científicos, rumiando así falsas conspiraciones, considerando a los refugiados como la causa de la crisis y acusando a la gente de «almacenar dólares en sus casas».
Además, el Estado libanés sigue aplicando las mismas políticas económicas, causa fundamental de la crisis. En efecto, tras el fin del bloqueo provocado por el coronavirus, adoptó tácticas mcArtheist, avergonzando a las activistas femeninas, acusando a todos los que se oponen a él de apoyar al sionismo y sometiendo a los activistas políticos a una investigación con el pretexto de empañar la imagen del Líbano.
Al mismo tiempo, mientras el actual gobierno que representa a los partidos en el poder avanzaba hacia las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para sus reformas de saqueo, ni siquiera proporcionó archivos y números que correspondieran a la situación actual, de manera que cada equipo presentó números diferentes y contradictorios sobre la economía libanesa, lo que llevó a que el FMI se negara a negociar con un grupo que ni siquiera sabe cómo ocultar sus mentiras.
Si bien el fracaso de las negociaciones con el FMI parece ser una victoria para la clase obrera, las mujeres y los marginados, la alternativa es peor. El poder hegemónico se aferra al modelo capitalista neoliberal, lo que significa que está trabajando para sacrificar a las comunidades privadas de derechos para preservar sus ganancias y beneficios, rumiando soluciones mágicas después de acuerdos estúpidos, logrando sólo vender sueños a sus fans.
La situación de la clase obrera se ha agravado aún más hasta el punto de que hoy en día el acceso a la comida y al refugio, sin mencionar el apoyo médico y la educación, se ha vuelto casi imposible. El actual control de seguridad también juega su papel en la intimidación de la gente para que no salga a la calle. A través de toda esta locura, el estado se desliza constante y rápidamente hacia el totalitarismo.
Una de las características del totalitarismo es la restricción de las libertades personales, incluyendo la vigilancia de los cuerpos y movimientos de las mujeres. Esto incluye vilipendiar el activismo político de las mujeres, lanzar ataques al cuerpo de las mujeres en las playas y vincular la «desnudez» a la ira de Dios y, por tanto, al colapso económico y a la pandemia, y descartar nuestras demandas como occidentales, secundarias y superfluas en tiempos de gran agitación económica y política.
Esto comenzó durante la intifada, cuando los medios de comunicación dominantes satanizaron a las mujeres de la intifada retratándolas como prostitutas y «chicas de la calle». Hoy en día, a la luz de la disminución de la fuerza del levantamiento hasta el horror de la crisis económica y el agarre de la seguridad, los partidos religiosos persiguen a las mujeres en la orilla del mar y en las orillas de los ríos en el sur, haciendo excursiones en las colinas, tratando de producir un discurso religioso que amenaza a las mujeres, sus cuerpos y sus derechos.
Por otra parte, como las mujeres se ven obligadas a soportar la mayor parte de la pandemia de la Corona y el colapso económico, las trabajadoras refugiadas y migrantes soportan cargas adicionales. Si bien las mujeres refugiadas palestinas y sirias en el Líbano se han visto privadas durante años de sus derechos económicos básicos -además de las muchas formas de explotación y racismo que padecen-, la asistencia de las instituciones internacionales en la actualidad se ha reducido y ha llegado a ser casi inexistente. El Líbano también ha sido testigo de una gran injusticia contra las trabajadoras migratorias, especialmente las que trabajan en el ámbito del trabajo doméstico, ya que durante años han languidecido en las condiciones inhumanas del sistema de la Kafala. Hoy en día, se las echa a la calle debido a la ausencia de oportunidades de empleo y a que sus empleadores las abandonan con el pretexto de la crisis económica.
Es natural que la hegemonía aumente su opresión y subyugación al pueblo, y también es natural que se unan a las filas del levantamiento nuevas comunidades, comunidades que nunca se opusieron a esta autoridad. Es natural que, a la luz de todo esto, llegue un día en que se rompa el ciclo de injusticia, explotación y opresión.
Informe enviado por la MMM Líbano
¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar!
Boletín de Enlace – Julio 2020