El autoritarismo ataca los derechos, los cuerpos y los territorios de las mujeres.

El autoritarismo neoliberal no cumple cuarentena. Y en tiempos de pandemia, aumenta la represión sobre las mujeres que resisten. Las compañeras de la Marcha Mundial de las Mujeres de Oriente Medio y Norte de África (Mena) nos envían noticias desde el Kurdistán, el Líbano y Palestina, territorios en los que se ha intensificado el autoritarismo, la militarización y las crisis económicas previas a la propagación del coronavirus. También envían noticias de la resistencia.

En el Líbano, las políticas neoliberales adoptadas por los gobiernos desde el final de la Guerra Civil en 1990 han llevado a la economía al colapso. El año pasado, la población realizó enormes manifestaciones contra el gobierno, con demandas que incluían cambios en la política económica y la derogación de leyes injustas contra las mujeres. Desde entonces se han restringido las libertades personales y se ha perseguido a las mujeres y penalizado su participación politica. Los medios de comunicación dominantes muestran militantes como «mujeres de la calle», prostitutas. Con la llegada del coronavirus, el gobierno decretó un lockdown. Después de la apertura, inició una persecución contra las mujeres activistas, acusadas de apoyar el sionismo y de empañar la imagen del país. Los participantes de los partidos religiosos persiguen y amenazan a las mujeres, sus cuerpos, sus derechos – físicamente y con sus discursos.

«Una de las características del totalitarismo es la restricción de las libertades personales, incluyendo la vigilancia de los cuerpos y movimientos de las mujeres. Esto incluye vilipendiar el activismo político de las mujeres, lanzar ataques al cuerpo de las mujeres en las playas y vincular la ‘desnudez’ a la ira de Dios y, por tanto, al colapso económico y a la pandemia, y descartar nuestras demandas como occidentales, secundarias y superfluas en tiempos de gran agitación económica y política», escriben las compañeras de MMM Líbano.

Las mujeres trabajadoras soportan la mayor carga de la pandemia de coronavirus y del colapso económico, sin acceso a alimentos, refugio, atención de la salud y sin poder manifestarse por la represión. Entre ellas, las trabajadoras refugiadas y migrantes soportan cargas adicionales – incluyendo el trabajo en el sistema de «Kafala», donde las mujeres son retenidas como rehenes por sus contratistas, quienes controlan sus movimientos y retienen sus documentos. «Las refugiadas palestinas y sirias en el Líbano se han visto privadas de sus derechos económicos básicos durante años y se enfrentan a muchas formas de explotación y racismo. Y por el momento, la asistencia de las instituciones internacionales es casi inexistente.»

Ni siquiera las clínicas escapan a la demolición

En Palestina, las mujeres se enfrentan a la ocupación del Estado de Israel y trabajan para fortalecer las comunidades y las familias, especialmente las familias encabezadas por mujeres. Trabajan para limitar los efectos sociales, económicos y psicosociales negativos de la pandemia en la sociedad palestina, pero necesitan superar en su vida cotidiana las dificultades impuestas por la colonización, la confiscación de sus tierras, la destrucción de los puestos de salud construidos para atender a los enfermos de covid-19, el racismo y la violencia del Estado sionista. Hoy en día hay 4.700 palestinos en las cárceles israelíes, 42 de los cuales son mujeres. Desde el comienzo de la pandemia, 2.300 palestinos han sido encarcelados, incluidos mujeres y niños, en prisiones superpobladas sin la debida limpieza y atención médica.

«La ocupación israelí continúa con sus políticas coloniales destinadas a abolir la causa palestina a través de una serie de políticas que incluyen planes de limpieza étnica, específicamente en Jerusalén, invasiones y arrestos diarios, violaciones militares contra los palestinos y el actual asedio a la Franja de Gaza, demoliciones de casas, confiscación de tierras y recursos hídricos, disminuyendo la libertad en todos los aspectos de la vida de los palestinos y sofocando a las organizaciones y asociaciones palestinas para que dejen de actuar», dice el informe enviado por la MMM Palestina.

Siguen las patrullas, los allanamientos de morada, los desalojos, las demoliciones. Las personas expulsadas de sus hogares necesitan refugiarse con sus familiares, pagar alquileres caros o vivir en refugios temporales y peligrosos en una situación de pandemia. Los planes de Israel suponen la confiscación del 30% de las zonas de la Cisjordania, especialmente las tierras agrícolas y los recursos naturales del Valle del Jordán, que proporcionan productos agrícolas y agua a los palestinos.

Representantes electos y las organizaciones sociales bajo ataque

CAMPAÑA «LA MASACRE DE MUJERES ES POLÍTICA», «DÓNDE ESTÁ EL GÜLISTAN DOKU», SOBRE LA DESAPARICIÓN DEL ACTIVISTA KURDA GÜLISTAN DOKU EN DERSIM DESDE EL 5 DE ENERO DE 2020.

«Con políticas de guerra que no se suspendieron ni siquiera en tiempos de pandemia, el gobierno turco trata de devastar la geografía del Kurdistán. Ha nombrado a sus propios representantes en los municipios, faltando al respeto a las elecciones del pueblo, y ha revocado el mandato de miembros del parlamento, en un intento de confiscar el poder de la voluntad popular en su totalidad», escriben las compañeras kurdas. Como todas las políticas contra el pueblo, ésta precede la crisis del Covid-19. Desde la declaración del estado de emergencia en Turquía en 2016, el Gobierno ha cerrado docenas de instituciones y centros de solidaridad para mujeres.

La Asociación Rosa de Mujeres, de defensa de los derechos y la lucha contra la violencia contra las mujeres, se inauguró en Amed (Diyarbakır) el año pasado. Sin embargo, en junio, fueron detenidas activistas de la Rosa y de Tevgera Jinên Azad (TJA). Dieciocho mujeres, incluyendo a la activista de la Marcha Mundial de las Mujeres, Gülcihan Şimşek, fueron arrestadas. En junio, participantes en el Congreso de la Sociedad Democrática fueron arrestados; entre ellos había varias mujeres, como Makbule Erbey y Havva Kıran, ambas de 70 años. La policía irrumpió en la casa de la activista Rojbin Çetin y la sometió a violencia física y sexual y a tortura. Esto fue documentado por sus abogados con fotografías y se hizo público.

Mientras tanto, la explotación en la producción no se detiene. En nombre de la «estabilidad económica», los centros de producción siguieron funcionando sin ninguna medida contra la pandemia. Las mujeres constituyen el grueso de la fuerza de trabajo y se han visto obligadas a trabajar en las peores condiciones o se han visto obligadas a tomar una licencia no remunerada y a enfrentarse amenazas de despido.

La resistencia tampoco se detiene. Las mujeres de la TJA llevan a cabo campañas como «La lucha de las mujeres está en todas partes» para poner de relieve la lucha organizada de las mujeres en el ámbito político, social, cultural, ecológico, sanitario, educativo, jurídico y de gobierno local contra las políticas sexistas, racistas y militaristas y la explotación de la religión del Estado. También hicieron campaña contra el nombramiento de administradores municipales por parte del Estado, en defensa de un sistema democrático e igualitario basado en la perspectiva de las mujeres. Y las campañas «La masacre de mujeres es política» y «Dónde está Gülistan Doku», que desapareció el 5 de enero de 2020. Con mujeres de otros territorios de la región de Medio Oriente e Norte de Africa, llevan a cabo la campaña «La solidaridad nos mantiene vivas», para la liberación de todos los prisioneros políticos, especialmente las mujeres prisioneras políticas.

¡Resistimos para vivir, marchamos para transformar!
Boletín de Enlace – Julio 2020